Las direcciones contrarias
Mi madre soñaba en francés, de Luis Hernán Castañeda
En los últimos años el tema del padre ha sido una búsqueda interior para muchos escritores. Hay en dicho tópico un deseo voraz por reescribir una historia, una etapa, que a veces ha desencadenado en un roman fleuve.
En Mi madre soñaba en francés (Alfaguara), Luis Hernán Castañeda (Lima, 1982), desarrolla una historia personal, familiar, cuyo eje sintomático es el lenguaje.
Es importante este punto puesto que el narrador tiene una manera peculiar de interiorizar y exteriorizar. Distintos autores optaron por escribir en un lenguaje foráneo, Vladimir Nabokov, Joseph Conrad, Emil Cioran, entre otros. Por eso aquí hay una visión diferente: lo narrado en otros idiomas y otros territorios por una misma persona conlleva a un desdoblamiento o reinterpretación de lo que se piensa, pero también a una forma de ostracismo y olvido, y por qué no, de negación.
“Invadir cada gramática como si fuera una terra incógnica y desmenuzar las palabras hurañas”, escribe el narrador y más adelante agrega: “Quien hablaba solo el idioma que había aprendido en la niñez… conseguía escapar de muchas trampas… De manera que nunca decíamos lo que creíamos estar diciendo ni escuchábamos lo que pensábamos escuchar”.
Juan, el personaje-narrador, es un explorador vagabundo no solo de idiomas, sino también de mundos. Tiene un apetitito por ir más allá de lo conocido; sin embargo, esto no es gratuito: la inconformidad en la que vive lo resiste a un tiempo que no siente pertenecerle pero que de pronto entra en conflicto. Una búsqueda de sentido. La madre, Estrela (la quimera de la mujer perdida), la correspondencia -correos electrónicos- entre Stephanie y Adler (la chica Almodóvar), no conforman una polifonía absoluta, pero sí una sintonía. Al igual que el narrador, cada uno de estos personajes esconde algo y tiene exaltaciones vacilantes.
La escritura conforma, entonces, un plano doble, lo que se dice-hace y lo que se calla-piensa, y lo que se calla-piensa es tan igual o mayor a lo que se dice-hace. En esta dinámica, a veces confusa por las ideas y pensamientos constantes idiomáticos de Juan, la cultura pop, lo sexual vista como “un país extranjero”, “el mundo” que “se desgarra entre sádicos y masoquistas”, se condensa Mi madre soñaba en francés.
Estamos ante una novela musculosa que logra un desarrollo y funcionamiento importantes, y novedosa, claro está. Debo mencionar que el monólogo de la madre en el capítulo La noche de San Juan Bautista es ilustre. Con todo, Luis Hernán Castañeda ha escrito una novela que en la máxima cortazariana gana largamente por puntos.
Escrito por René Llatas Trejo